EL REALISMO RADIOGRÁFICO
¿Arte Violento? ¿Arte de la violencia?
¡Vivimos de la violencia para morir en paz!
Manifiestos
radiográficos
Por
Heldyn
Guevara Revelo
¿Arte Violento? ¿Arte de la violencia?
¡Vivimos de la violencia para morir en paz!
¿Arte Violento? ¿Arte de la violencia? Lo que fuese. ¡Vivimos de la violencia
para morir en paz! Vivimos muertos de miedo para nacer valientes. Y salir a mover el esqueleto por
las calles es una aconsejable estrategia de evasión de la inquietud por
menoscabar los mal parados compromisos. Viajar a través de las zonas verdes o
realizar actividades pedestres, como leer el diario en los andenes o en las
bancas de los parques, son terapias sociales que dan holganza a las
especulaciones irracionales. Leer el periódico bajo la luz de la locomoción,
son la fusión de dos labores de una usanza complaciente que está al tanto de la
realidad por medio del ejercicio, porque generalmente las malas noticias, las
aventureras, las que más distraen, se escriben con los dedos en el gatillo.
Es sugestivo releer los
asesinatos de las primeras planas y concluir que los méritos de la inteligencia
militar se deben a los desplazamientos tácticos de la inteligencia criminal.
Es atrayente la imagen
a todo color de la muchachita con una disección en su vagina prolongada hasta
su frente. Tanta imagen maravillosa sí puede ser verdad. El colombiano ya tuvo
suficiente para volverlo sensible al placer y al dolor, para que nazcan en él
ideas, deseos, hábitos y destrezas de todo género. Hoy en día, la imagen
representa la condensación reductora del trabajo analítico e interpretativo del
lector, del oyente y del televidente. Los titulares de la prensa escrita se
deleitan plasmando argumentos innombrables en otras épocas. El Sensacionalismo
viene perdiendo su vago nombre en este país cuyo rojo de la bandera está
aventajando en una franja al amarillo.
Las imágenes sangrientas
encabezadas por inmensos anuncios desmesurados, son el imán del sobresalto
perecedero de los transeúntes que parecen no extrañarse que un padre, por
ejemplo, haya violado a su hija, o que un psicópata esté asesinando a cincuenta
personas con la culata de una escopeta. El sensacionalismo, ya no necesita de
un detector de mentiras, que controle y regule la verdad periodística. Ahora
más que nunca el sensacionalismo es para el periodismo lo que la literatura es
para la crónica, pero con la providencia histórica y la profundidad psicológica
de los términos.
La hiperbolización del
lenguaje, constituye una exposición esencialmente de hechos que rebozan
optimismo. De esa representación artística de la carne en átomos volando, de
órganos colisionando, que yo llamo como Realismo Radiográfico. El Realismo
Radiográfico, con el poder científico-literario de los Rayos
Röetgen, nace de la decadencia del Sensacionalismo,
donde "Ya no hay nada in-creíble" y surge como una reacción
a la violencia en el país. Su esencia teórica se sustenta en la descripción interna
de las cosas físicas en la búsqueda de exteriorizaciones anímicas
con purificación de conciencias. El Realismo Radiográfico no
contiene persuasiones surrealistas ni
sadomasoquistas. No vegetamos de la pesadilla ni adaptamos artificios a
la carne diseccionada por sus asesinos, aunque vivamos emocionalmente de
ellos. Obtenemos de la sangre la materia para plasmar la intolerancia nacional.
Y de la carne segmentada el carácter para sostener la indiferencia estatal
frente a los abusos de dictadores individuales, pastores abrigados con piel de
hienas.
Piernas amputadas,
implantes a medio hacer, la orografía de las siliconas o tesoros antipersonales.
Diríamos que el Marqués de Sade es el fundador original del Realismo
Radiográfico, en el sentido metafórico de la expresión y sus componentes
creativos, pero al margen del gozo interpretativo del lector/espectador, a
quienes se ofrecen en bandejas tirajes corporales desvencijados. La extinción
del Sensacionalismo arrastra consigo la época dorada del Materialismo. Quien
vea primero ya no compra primero. Porque ninguna foto sangrienta impacta tanto
en el receptor. Ya no hay nada increíble. Todo es posible. El fatalismo
pluralista ya no sumerge al lector en un mar de ascuas bañado por olas amargas
de dudas.
El Realismo Radiográfico entra a edificar los
defectos de los violentos. La mente recia y quebrantadora del artista plasmará
una realidad con perspectivas pacificadoras. La exterioridad de la noticia
sensacionalista ya no será más una tragedia sin purificación exterior,
destinada a la venta y no a la reflexión colectiva. Es una cualidad temporal,
consecuencia de la velocidad visual de estos tiempos. ¿Existe creatividad en el
sensacionalismo? No. Jamás. Y hay que diferenciarlo claramente de la Publicidad , en donde su
fin, aunque netamente mercantilista, le deja al consumidor el sabor de una
lúcida moraleja.
El humor, signo de una
mente inteligente, irriga las imágenes que varían de acuerdo al estilo del
producto. Aquella concepción pragmática del sensacionalismo, hace uso de la
visión mal preparada y pasajera de una especie de lectores que poco o raras
veces contribuyen al mejoramiento de las situaciones embarazosas sufridas
incluso por ellos mismos y la sociedad. La violencia, es el arma didáctica de
este tipo de periodistas que adiestran a sus lectores por medio del dolor, la
sangre, el escándalo, el chisme vulgar, la pornografía, la abolición de la vida
privada, convirtiéndolos en adictos de sus propios dolores. Sus sentidos se enmarañan
y se barajan.
El sonido de los golpes
retratados en los ojos amoratados y tumefactos de las víctimas se transforma en
conclusiones fragmentadas, sin ilación, acerca de lo que verdaderamente ha
sucedido en el lugar de los hechos. Los ojos cuadrados frente al primer impacto
visual de la televisión, a los comentarios extraoficiales de los presentadores
de noticias que buscan rating en lugar de una sana información. Los rostros
bellos de las mujeres que embellecen la pantalla leyendo noticias aprendidas de
memoria. Piernas largas y bien afeitadas que se abren y se cierran en medio de
las cosas secretas, que a nadie ayudan a contrarrestar el estrés ni la fatiga
desesperante de sentarse en los parques a ver pasar muchachitas abusadas de mil
maneras por las calles. Y qué hay de los combates radiales. ¿Y de pasar una
tarde con periodistas que crean un programa de línea abierta para amas de casa
con quienes comentan temas relacionados con la infidelidad y el abandono de
hogar?
¡Sí que está arriba la
explotación audiovisual de algunos medios de comunicación que viene haciendo de
nosotros unos entes que de un simple comentario narramos una completa
exageración! Ahora nos ocultamos en la bolsa de la hipérbole marsupial. Sólo
nos queda decir adiós a la reflexión. Al arte. Al humor. Adiós a leer el
periódico en familia. Adiós a la confianza. Al optimismo. Al idealismo con
identidad. Adiós a la realidad de realidades. Adiós a los flacos de los cuadros
y bienvenido el obeso periodismo sin razón. Cualquier parecido del Sensacionalismo
con la realidad ya no es mera coincidencia.
I TEXTO RADIOGRÁFICO
Muevo el espejo retrovisor y me contemplo de la
frente al mentón y de oreja a oreja. Las ganas de verme hacen que el espejo
crezca de mi tamaño. Aunque me he dado cuenta que cuanto más me miro, menos me quiero.
Unto los dedos con un poco de saliva y pego a mi frente algunos cabellos que,
al principio de mi vejez, quieren huir de mi cabeza. Debo arreglarme. Lo
exterior demuestra la coherencia mental. Vestirme a la moda actual, perfumarme
con loción de marca y asentarme el cabello con gel para que brille como la
cabeza de los admirados e iluminados, conforman una provechosa subvención para
que me acepten en todas partes. Mi espejo lo sabe. Me comprende. Es tan fiel a
mis principios de identificación que sólo tiene ojos para mí. Me disecciona por
fuera y me escucha por dentro. Me peina, me ablanda la piel con agua de mis
pupilas y me desuella soplando aire nativo de mi habitación. Al ver los pétalos
desprenderse y resbalar de mi epidermis por el laberinto de mi esqueleto me
hace recordar con vello legítimamente erizado los labios morados de Margarita
pendiendo siempre de la soga marcada en la papada del cuello de mi hija. Pero
el deseo no puede traspasar las puertas falsamente abiertas para rasgar el
umbral de la dermis e irse a acostar sobre el éxtasis oscuro de la hipodermis.
El amor no existe, en la piel. No late. No hincha los lascivos tatuajes. No son
amores las cobijas de vellos de mi piel entretejidos por cutículas limadas. La
carne no entiende el placer de la mente. Sin embargo, el espejo es noble
atrevido al contemplar mi pene y alargármelo tres centímetros más,
amplificándolo del prepucio, y de pegar mis orejas a la cabeza y respingar el
cartílago de mi tabique que huele a mal. A pesar del calor, mi traje de vellón
parece no fastidiarme. Tampoco el hecho de que no sea del agrado primoroso de
las transeúntes a quienes voy a acosar. De las Indias amoldadas a los rostros
pentagonales, de ojos rasgados con bocas extremadamente babeantes y
desencajadas. Entonces, para darles gusto, y para evitar conflictos con los
transeúntes, el espejo me estira el cigomático mayor y extiende hacia los
extremos el masetero que sostuvo por tanto tiempo la pose de mis dedos
intelectuales índice y medio. Templa diagonalmente el omohioideo comprimido de
mis épocas de cigarrillo y empalma el orbicular desvelado de mis párpados.
Luego redondea el triangular extendido a causa de mis besos tozudamente
vulvianos; y para probar mi eficacia, deja arrastrarse por el externohioideo
tres gotas de jarabe salival exento de burbujas. Pero descubre que escondo en
la silueta roja una contracción generalizada que palpita laberíntica por todo
mi cuerpo y que la carretera del esternocleidomastoideo, que me había hecho
derrumbar tantas veces sujeto sólo de la sanguijuela labial de progesteronas
papilas, proviene de los caminos destapados del temporal yendo a desembocar en
la glorieta grande del pectoral que ha aplastado tantos cerros de generosos
pezones. El espejo me hace contemplar los deltoides que cargaron las manos
fragantes, analíticas, aprobadoras y suaves de aquellos instantes lentos,
infinitos, contendidos en el principio del cerrar de ojos, antes del pasmo del
beso consumador de la nueva conquista. Ruedan por mis tríceps decenas de pares
de ojos sorprendidos y hermosos de muchas admiradoras de mis comerciales.
Tirones dorsales del desespero, que pasearon meses después el fardo de una
bebé, arrastraron los pliegues de mis glúteos para dirigir el impulso desde la
aponeurosis. Las muñecas oprimidas en el glúteo medio que derrocaron decenas de
clítoris, que volvieron a erguirse con las subacometidas del glúteo mayor. Y
cuando bajaba encadenado del trapecio al aljibe de cuerpos cavernosos, aprendía
cómo soportar las succiones de bocas extranjeras en el cinturón del pectíneo,
que desde el dorsal lanzaba una dentellada eléctrica hasta mis atléticos
gemelos que contenían y exhibían todas mis capacidades al hincharse cada vez
que me apoyaba de los ribetes del colchón para impulsar amor hecho bombeo desde
las puntas de las falanges inertes de los dedos. Hasta ver desvanecerse sobre
mis pectorales manchando con su cabello negro la línea del alba, arrebatando un
sorbo mineral a las raíces de mi ombligo. Finalmente el espejo sonríe porque no
estoy conforme con mis dientes superiores que ablando al morderlos con los
maxilares inferiores. El estado muscular y deseoso de mi cuerpo se refleja en
las arrugas de mi rostro. ¿Dónde andará mi corazón? Recibo del espejo que me
lanza al aire mis intestinos, los que desenrolla para volverlos a encorsetar
como ropa en valija estrecha. ¿Qué otra cosa pueden hacer mis uñas asesinas?...
Sacar para brillar en la solapa el hígado, el páncreas y para sentarme en el
estómago que ha aumentado las dimensiones de tu abdomen. Mi joven panza que ha
empezado a acumular grasa lo implora. Mi columna vertebral de 66 centímetros , los
10 de la pelvis, los 29 del fémur, los 8 de la rótula, los 40 de la tibia, los
5 del calcáneo y un cráneo de 15 me hacen ver que tengo una estatura de un
hombre común con la corriente que corre de arriba a abajo teniendo que
parecerme a las fisonomías mongólicas de los antepasados. Y no es que quiera el
espejo hacer de mi un hombre vanidoso. Es que está convencido que cada día que
pasa, las mujeres en Colombia nacen más ardientes.
TEXTO II
Desfigurada
Me
dicen que no eres bella
Que
no atraes, que eres fea
Que
eres estúpida, corrompida y sucia
Duermes
como una santa
Pero
tientas como una hechicera
Todo
es verdad y me da pena
Voy
a escapar de la mente de mis amistades
Y
como del corazón sacarte no puedo
Ni
tirarte a la calle como a un perro
Voy
a arreglarte a mi gusto y manera
No
serás mala por dentro, aunque muy buena por fuera
Con
una botella de ginebra te rompo la cabeza
Te
anudo de pies y manos y amordazo tus dientes
Para
que no te desfigures con las uñas
No
te ablandes los dientes ni te remuerdas los labios
Para
que de mis cuerdas bucales no vivas colgada
No
te abras las venas con claves de caja fuerte
Ni
desbordes el río llorando al filo del puente
De
raíz te arranco pelo a pelo
Y
un pelo arranco de las rubias con quienes duermo
¡Mira
qué cabellera de Marilyn Monroe te trenzo!
Las
cejas de Salma Hayek sin tregua camino
Los
ojos por E-Mail de Cristina Aguilera recibo
Para
respingar tu nariz Alissa Milano me olfatea
Para
trazar tu boca Angelina Jolie me besuquea
Y
tus senos, no hay discusión, serán de Mamábuela
Te
veré danzar con el culo de Shakira
Pero
debo ser democrático:
Jennifer
López te alquilará el caminado
Entonces,
cuando estés toda completa
Nadie
dirá que estás muerta
Y
al fin, con un soplo, podré llamarte Conciencia.
TEXTO III
"Mi pata no es de palo,
sino de rejo."
Carlos
Dorado (Medellín).
TEXTO IV
"Con la nariz
que he me han cosido en la mano, sé a quien has juzgado."
Jorge Flétcher (Cali).
TEXTO V
"El día que
encontré un corazón en el basurero, supe que el amor es un apellido, porque no
existe nombre que quiera hacerse cargo."
Heldyn Guevara Revelo (Pasto)
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