lunes, 28 de diciembre de 2015



EL REALISMO RADIOGRÁFICO

¿Arte Violento? ¿Arte de la violencia?
¡Vivimos de la violencia para morir en paz!


Manifiestos radiográficos

Por

Heldyn Guevara Revelo



¿Arte Violento? ¿Arte de la violencia?
¡Vivimos de la violencia para morir en paz!

¿Arte Violento? ¿Arte de la violencia? Lo que fuese. ¡Vivimos de la violencia para morir en paz! Vivimos muertos de miedo para nacer valientes. Y salir a mover el esqueleto por las calles es una aconsejable estrategia de evasión de la inquietud por menoscabar los mal parados compromisos. Viajar a través de las zonas verdes o realizar actividades pedestres, como leer el diario en los andenes o en las bancas de los parques, son terapias sociales que dan holganza a las especulaciones irracionales. Leer el periódico bajo la luz de la locomoción, son la fusión de dos labores de una usanza complaciente que está al tanto de la realidad por medio del ejercicio, porque generalmente las malas noticias, las aventureras, las que más distraen, se escriben con los dedos en el gatillo.
Es sugestivo releer los asesinatos de las primeras planas y concluir que los méritos de la inteligencia militar se deben a los desplazamientos tácticos de la inteligencia criminal.
Es atrayente la imagen a todo color de la muchachita con una disección en su vagina prolongada hasta su frente. Tanta imagen maravillosa sí puede ser verdad. El colombiano ya tuvo suficiente para volverlo sensible al placer y al dolor, para que nazcan en él ideas, deseos, hábitos y destrezas de todo género. Hoy en día, la imagen representa la condensación reductora del trabajo analítico e interpretativo del lector, del oyente y del televidente. Los titulares de la prensa escrita se deleitan plasmando argumentos innombrables en otras épocas. El Sensacionalismo viene perdiendo su vago nombre en este país cuyo rojo de la bandera está aventajando en una franja al amarillo.
Las imágenes sangrientas encabezadas por inmensos anuncios desmesurados, son el imán del sobresalto perecedero de los transeúntes que parecen no extrañarse que un padre, por ejemplo, haya violado a su hija, o que un psicópata esté asesinando a cincuenta personas con la culata de una escopeta. El sensacionalismo, ya no necesita de un detector de mentiras, que controle y regule la verdad periodística. Ahora más que nunca el sensacionalismo es para el periodismo lo que la literatura es para la crónica, pero con la providencia histórica y la profundidad psicológica de los términos.
La hiperbolización del lenguaje, constituye una exposición esencialmente de hechos que rebozan optimismo. De esa representación artística de la carne en átomos volando, de órganos colisionando, que yo llamo como Realismo Radiográfico. El Realismo Radiográfico, con el poder científico-literario de los Rayos Röetgen,  nace de la decadencia del Sensacionalismo, donde "Ya no hay nada in-creíble" y surge como una reacción a la violencia en el país. Su esencia teórica se sustenta en la descripción interna de las cosas físicas en la búsqueda de exteriorizaciones anímicas con  purificación de conciencias. El Realismo Radiográfico no contiene persuasiones surrealistas ni  sadomasoquistas. No vegetamos de la pesadilla ni adaptamos artificios a la carne diseccionada por sus asesinos, aunque vivamos emocionalmente de ellos. Obtenemos de la sangre la materia para plasmar la intolerancia nacional. Y de la carne segmentada el carácter para sostener la indiferencia estatal frente a los abusos de dictadores individuales, pastores abrigados con piel de hienas.  
Piernas amputadas, implantes a medio hacer, la orografía de las siliconas o tesoros antipersonales. Diríamos que el Marqués de Sade es el fundador original del Realismo Radiográfico, en el sentido metafórico de la expresión y sus componentes creativos, pero al margen del gozo interpretativo del lector/espectador, a quienes se ofrecen en bandejas tirajes corporales desvencijados. La extinción del Sensacionalismo arrastra consigo la época dorada del Materialismo. Quien vea primero ya no compra primero. Porque ninguna foto sangrienta impacta tanto en el receptor. Ya no hay nada increíble. Todo es posible. El fatalismo pluralista ya no sumerge al lector en un mar de ascuas bañado por olas amargas de dudas.
 El Realismo Radiográfico entra a edificar los defectos de los violentos. La mente recia y quebrantadora del artista plasmará una realidad con perspectivas pacificadoras. La exterioridad de la noticia sensacionalista ya no será más una tragedia sin purificación exterior, destinada a la venta y no a la reflexión colectiva. Es una cualidad temporal, consecuencia de la velocidad visual de estos tiempos. ¿Existe creatividad en el sensacionalismo? No. Jamás. Y hay que diferenciarlo claramente de la Publicidad, en donde su fin, aunque netamente mercantilista, le deja al consumidor el sabor de una lúcida moraleja.
El humor, signo de una mente inteligente, irriga las imágenes que varían de acuerdo al estilo del producto. Aquella concepción pragmática del sensacionalismo, hace uso de la visión mal preparada y pasajera de una especie de lectores que poco o raras veces contribuyen al mejoramiento de las situaciones embarazosas sufridas incluso por ellos mismos y la sociedad. La violencia, es el arma didáctica de este tipo de periodistas que adiestran a sus lectores por medio del dolor, la sangre, el escándalo, el chisme vulgar, la pornografía, la abolición de la vida privada, convirtiéndolos en adictos de sus propios dolores. Sus sentidos se enmarañan y se barajan.
El sonido de los golpes retratados en los ojos amoratados y tumefactos de las víctimas se transforma en conclusiones fragmentadas, sin ilación, acerca de lo que verdaderamente ha sucedido en el lugar de los hechos. Los ojos cuadrados frente al primer impacto visual de la televisión, a los comentarios extraoficiales de los presentadores de noticias que buscan rating en lugar de una sana información. Los rostros bellos de las mujeres que embellecen la pantalla leyendo noticias aprendidas de memoria. Piernas largas y bien afeitadas que se abren y se cierran en medio de las cosas secretas, que a nadie ayudan a contrarrestar el estrés ni la fatiga desesperante de sentarse en los parques a ver pasar muchachitas abusadas de mil maneras por las calles. Y qué hay de los combates radiales. ¿Y de pasar una tarde con periodistas que crean un programa de línea abierta para amas de casa con quienes comentan temas relacionados con la infidelidad y el abandono de hogar?
¡Sí que está arriba la explotación audiovisual de algunos medios de comunicación que viene haciendo de nosotros unos entes que de un simple comentario narramos una completa exageración! Ahora nos ocultamos en la bolsa de la hipérbole marsupial. Sólo nos queda decir adiós a la reflexión. Al arte. Al humor. Adiós a leer el periódico en familia. Adiós a la confianza. Al optimismo. Al idealismo con identidad. Adiós a la realidad de realidades. Adiós a los flacos de los cuadros y bienvenido el obeso periodismo sin razón. Cualquier parecido del Sensacionalismo con la realidad ya no es mera coincidencia.


I TEXTO RADIOGRÁFICO
Muevo el espejo retrovisor y me contemplo de la frente al mentón y de oreja a oreja. Las ganas de verme hacen que el espejo crezca de mi tamaño. Aunque me he dado cuenta que cuanto más me miro, menos me quiero. Unto los dedos con un poco de saliva y pego a mi frente algunos cabellos que, al principio de mi vejez, quieren huir de mi cabeza. Debo arreglarme. Lo exterior demuestra la coherencia mental. Vestirme a la moda actual, perfumarme con loción de marca y asentarme el cabello con gel para que brille como la cabeza de los admirados e iluminados, conforman una provechosa subvención para que me acepten en todas partes. Mi espejo lo sabe. Me comprende. Es tan fiel a mis principios de identificación que sólo tiene ojos para mí. Me disecciona por fuera y me escucha por dentro. Me peina, me ablanda la piel con agua de mis pupilas y me desuella soplando aire nativo de mi habitación. Al ver los pétalos desprenderse y resbalar de mi epidermis por el laberinto de mi esqueleto me hace recordar con vello legítimamente erizado los labios morados de Margarita pendiendo siempre de la soga marcada en la papada del cuello de mi hija. Pero el deseo no puede traspasar las puertas falsamente abiertas para rasgar el umbral de la dermis e irse a acostar sobre el éxtasis oscuro de la hipodermis. El amor no existe, en la piel. No late. No hincha los lascivos tatuajes. No son amores las cobijas de vellos de mi piel entretejidos por cutículas limadas. La carne no entiende el placer de la mente. Sin embargo, el espejo es noble atrevido al contemplar mi pene y alargármelo tres centímetros más, amplificándolo del prepucio, y de pegar mis orejas a la cabeza y respingar el cartílago de mi tabique que huele a mal. A pesar del calor, mi traje de vellón parece no fastidiarme. Tampoco el hecho de que no sea del agrado primoroso de las transeúntes a quienes voy a acosar. De las Indias amoldadas a los rostros pentagonales, de ojos rasgados con bocas extremadamente babeantes y desencajadas. Entonces, para darles gusto, y para evitar conflictos con los transeúntes, el espejo me estira el cigomático mayor y extiende hacia los extremos el masetero que sostuvo por tanto tiempo la pose de mis dedos intelectuales índice y medio. Templa diagonalmente el omohioideo comprimido de mis épocas de cigarrillo y empalma el orbicular desvelado de mis párpados. Luego redondea el triangular extendido a causa de mis besos tozudamente vulvianos; y para probar mi eficacia, deja arrastrarse por el externohioideo tres gotas de jarabe salival exento de burbujas. Pero descubre que escondo en la silueta roja una contracción generalizada que palpita laberíntica por todo mi cuerpo y que la carretera del esternocleidomastoideo, que me había hecho derrumbar tantas veces sujeto sólo de la sanguijuela labial de progesteronas papilas, proviene de los caminos destapados del temporal yendo a desembocar en la glorieta grande del pectoral que ha aplastado tantos cerros de generosos pezones. El espejo me hace contemplar los deltoides que cargaron las manos fragantes, analíticas, aprobadoras y suaves de aquellos instantes lentos, infinitos, contendidos en el principio del cerrar de ojos, antes del pasmo del beso consumador de la nueva conquista. Ruedan por mis tríceps decenas de pares de ojos sorprendidos y hermosos de muchas admiradoras de mis comerciales. Tirones dorsales del desespero, que pasearon meses después el fardo de una bebé, arrastraron los pliegues de mis glúteos para dirigir el impulso desde la aponeurosis. Las muñecas oprimidas en el glúteo medio que derrocaron decenas de clítoris, que volvieron a erguirse con las subacometidas del glúteo mayor. Y cuando bajaba encadenado del trapecio al aljibe de cuerpos cavernosos, aprendía cómo soportar las succiones de bocas extranjeras en el cinturón del pectíneo, que desde el dorsal lanzaba una dentellada eléctrica hasta mis atléticos gemelos que contenían y exhibían todas mis capacidades al hincharse cada vez que me apoyaba de los ribetes del colchón para impulsar amor hecho bombeo desde las puntas de las falanges inertes de los dedos. Hasta ver desvanecerse sobre mis pectorales manchando con su cabello negro la línea del alba, arrebatando un sorbo mineral a las raíces de mi ombligo. Finalmente el espejo sonríe porque no estoy conforme con mis dientes superiores que ablando al morderlos con los maxilares inferiores. El estado muscular y deseoso de mi cuerpo se refleja en las arrugas de mi rostro. ¿Dónde andará mi corazón? Recibo del espejo que me lanza al aire mis intestinos, los que desenrolla para volverlos a encorsetar como ropa en valija estrecha. ¿Qué otra cosa pueden hacer mis uñas asesinas?... Sacar para brillar en la solapa el hígado, el páncreas y para sentarme en el estómago que ha aumentado las dimensiones de tu abdomen. Mi joven panza que ha empezado a acumular grasa lo implora. Mi columna vertebral de 66 centímetros, los 10 de la pelvis, los 29 del fémur, los 8 de la rótula, los 40 de la tibia, los 5 del calcáneo y un cráneo de 15 me hacen ver que tengo una estatura de un hombre común con la corriente que corre de arriba a abajo teniendo que parecerme a las fisonomías mongólicas de los antepasados. Y no es que quiera el espejo hacer de mi un hombre vanidoso. Es que está convencido que cada día que pasa, las mujeres en Colombia nacen más ardientes.

TEXTO II

Desfigurada

Me dicen que no eres bella
Que no atraes, que eres fea
Que eres estúpida, corrompida y sucia
Duermes como una santa
Pero tientas como una hechicera
Todo es verdad y me da pena
Voy a escapar de la mente de mis amistades
Y como del corazón sacarte no puedo
Ni tirarte a la calle como a un perro
Voy a arreglarte a mi gusto y manera
No serás mala por dentro, aunque muy buena por fuera
Con una botella de ginebra te rompo la cabeza
Te anudo de pies y manos y amordazo tus dientes
Para que no te desfigures con las uñas
No te ablandes los dientes ni te remuerdas los labios
Para que de mis cuerdas bucales no vivas colgada
No te abras las venas con claves de caja fuerte
Ni desbordes el río llorando al filo del puente
De raíz te arranco pelo a pelo
Y un pelo arranco de las rubias con quienes duermo
¡Mira qué cabellera de Marilyn Monroe te trenzo!
Las cejas de Salma Hayek sin tregua camino
Los ojos por E-Mail de Cristina Aguilera recibo
Para respingar tu nariz Alissa Milano me olfatea
Para trazar tu boca Angelina Jolie me besuquea
Y tus senos, no hay discusión, serán de Mamábuela
Te veré danzar con el culo de Shakira
Pero debo ser democrático: 
Jennifer López te alquilará el caminado
Entonces, cuando estés toda completa
Nadie dirá que estás muerta
Y al fin, con un soplo, podré llamarte Conciencia.

TEXTO III

"Mi pata no es de palo, sino de rejo."
Carlos Dorado (Medellín).


TEXTO IV

"Con la nariz que he me han cosido en la mano, sé a quien has  juzgado."
Jorge Flétcher (Cali).

TEXTO V
"El día que encontré un corazón en el basurero, supe que el amor es un apellido, porque no existe nombre que quiera hacerse cargo."
Heldyn Guevara Revelo (Pasto)



No hay comentarios:

Publicar un comentario